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La construcción de esta central eléctrica y fábrica de gas a principios del siglo XX, supone para Sevilla la consolidación de un sistema de producción energética asociada a la idea moderna de industrialización a finales del siglo XIX y principios del XX. La calle Felipe II se consolidará como eje focalizador de la ocupación industrial. En 1910 la empresa Catalana de Gas inicia la construcción de estas instalaciones, encargando la redacción del proyecto a Aníbal González. El conjunto fabril se componía de varios edificios exentos, destacando las naves adosadas, una destinada a caldera y otra para albergar las instalaciones eléctricas. En torno a las naves surgen una serie de edificaciones auxiliares: portería, oficinas y viviendas, la torre para depósitos y la chimenea /que se conserva en la actualidad/. La central eléctrica es el edificio más destacado y representativo del conjunto. La estructura está formada por muros y pilares de ladrillo y cerchas metálicas, y en el interior por pilares, vigas y forjados-losa de hormigón armado visto, constituyendo una de las primeras realizadas en Sevilla con esta tecnología. Los muros exteriores son de ladrillo visto, con una rigurosa modulación. El orden arquitectónico, de proporciones totalmente clásicas, está trazado con total simplicidad, dibujándose los huecos limpiamente sobre el paramento y sin concesión alguna de elementos decorativos superfluos. La cubierta es de tejas a dos aguas y presenta un lucernario longitudinal.

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